fe

Sábado de la Semana XVIII del Tiempo Ordinario

 “Les contestó: -Por vuestra poca fe. Os aseguro que, si fuera vuestra fe como un grano de mostaza, le diríais a aquella montaña que viniera aquí, y vendría. Nada os sería imposible.”

(Mt 17, 14-20)

A Jesús le piden un milagro, le piden que cure a un niño. Jesús lo cura, él siempre lleva consigo la liberación. Pero insiste una y otra vez en que hay una parte que tenemos que hacer nosotras. Sin nuestra fe, sin nuestra confianza en él no puede hacer nada. Y con nuestra confianza no hay nada que no pueda hacer.

Solo podemos ser libre si nos ponemos en disposición de serlo. La libertad verdadera, la que nace del Dios de Jesús es más poderosa que la enfermedad, e incluso que la muerte. La libertad que nos trae Jesús es tan radical que nos posibilita entregar la propia vida.

Pero esa maravillosa libertad solo crece en la tierra de la confianza plena, absoluta en el Amor.

Es lo que llamamos fe. Una persona que tiene fe verdadera sabe que, aun cuando todo parezca afirmar lo contrario, su vida está sostenida por el Amor. Por eso la fe crece en medio de las dificultades.

La confianza es nuestra esencia, estamos hechas de y para la confianza, porque la fe y la confianza son inseparables del amor. Por eso quien verdaderamente ama confía y viceversa, quien confía se abre al amor. Sin amor no se puede comprender el mensaje de Jesús.

La fe y la confianza son capaces de transformar el mundo. Son el principio de la plenitud humana. Cuando nos ponemos en el camino de la fe y la confianza nos abrimos a Dios,  nos sanamos y las demás personas se convierten en hermanas y hermanos.

Oración

Auméntanos la fe, la confianza y el amor. Haznos, Trinidad Santa, reflejo de tu imagen. Amén.

Domingo XVIII del Tiempo Ordinario